La bóveda celeste, el inmenso azul sobre mí, me arrastra hacia arriba. Quiero llegar allí, habitar en la nube, y también en el pájaro, y en el viento... La naturaleza, sí, es el gran libro de Dios, limpio de pecado, transparente en su estar ahí. Acepto su consuelo, lo recibo a manos llenas porque sé de donde viene su inocencia.
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